Transportugal 2019

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Día 1 Sábado. Ciudad Rodrigo – Sabugueiro

Un buen desayuno y a por la ruta. Hoy será de Ciudad Rodrigo a Sabugueiro, son 176 kilómetros. La ruta discurre por pistas embarradas pero buenas en general, hasta que un desvió mal tomado hace que Santi y Luisen se metan en un atolladero del que les cuesta salir un buen rato, pues además de no poder pasar hacia adelante no hay ningún lugar para dar la vuelta y en varias ocasiones a punto están de «acariciar» sus carrocerías con algún pedrusco. Les cuesta un buen rato solucionar el problema pero lo consiguen.

Continuamos marcha y nos adentramos en la Sierra da Estrela, poco a poco vamos subiendo de altitud, a 1.000 metros aun hay restos de nieve en los caminos. El día está nublado pero comemos en mangas de camisa. Continuamos por un bosque abrasado, que desgraciadamente es la tónica general de Portugal, miles y miles de árboles quemados que ayudados por el día oscuro y neblinoso otorgan un ambiente tétrico a los bosques. Estamos haciendo cumbre pero unos neveros nos impiden el paso. Yo lo intento y a punto estoy de quedarme, Santi lo intenta y consigue pasar con dificultad para decirnos que un poco más adelante la cosa no pinta bien, nos damos media vuelta y nos buscamos la vida por caminos y carreteras alternativos.

Llegamos sin incidentes a Sabugueiro, nos alojaremos en el hotel A Torre que está muy bien, una buena cena y a dormir que el día ha sido largo.

Día 2 Domingo. Sabugueiro – Tondela

El día ha amanecido gris, a ratos llueve y hace fresco, lógico pues estamos por encima de los mil metros. Hoy por segunda vez intentaremos llegar al sumidero situado en la laguna Comprida llamada Covao dos Conchos que desde 1.955 abastece de agua a la ciudad de Lagoa.  La vez anterior había más de un metro de nieve y nos fue imposible ni siquiera iniciar el camino, hoy la nieve no sobrepasa el palmo lo que nos hace concebir esperanzas. Iniciamos el camino, una trocha nevada en bajada con pinta de tener sus dificultades, avanzamos lentamente entre las zanjas, los pedruscos y la nieve.  Una fuerte rodera me escupe del camino y a punto estoy de quedarme apoyado en un pedrusco, pero logro salir por mis medios sin daños.

Un Jeep Rubicón se une a la comitiva armado hasta los dientes, con unas ruedas que parecen las de un camión, le dejamos pasar pues está claro que su ritmo es otro.

Delante tenemos una bajada fuertecita pero Antonio, que va primero no le teme ni a una guerra nuclear y la baja del tirón. Pero los neveros que estamos encontrando nos generan problemas y Antonio se queda atrapado de tal manera que nos obliga a emplearnos a fondo, dos coches, dos winches, uno con polea reductora, cuatro planchas y más de una hora de «trabajos forzados» son necesarios para liberarlo de la trampa. El dichoso sumidero nos ha vuelto a vencer pues no nos queda otra que dar la vuelta, cuando solo nos faltaba un kilómetro para llegar.

El Rubicón (que va en solitario) también está con problemas y se da la vuelta, cuando llegan a nuestra altura y se bajan del coche llevan los pantalones empapados por encima de la rodilla.

El regreso no es tan complicado como creíamos y subimos con relativa facilidad. Intentamos salir a carretera y los guardias nos lo impiden, hay una carrera ciclista y la carretera estará cortada por más de una hora. Aprovechamos para comer y cuando terminamos ya han pasado los ciclistas.  Salimos de la provincia de Guarda para entrar en la de Coímbra atravesando una zona muy montañosa a ratos sobre pista en muy buen estado, a veces por carretera sin problemas dignos de mención.

En Tondela nos están esperando Jorge y su familia que han reservado en un restaurante donde nos damos un homenaje a base de vitela al forno y un poco de vino de Dao típico de la zona.

Día 3 Lunes. Tondela – Aveiro

Salimos de Tondela a primera hora de un día nublado y lluvioso que nos acompañará casi toda la jornada. La ruta de hoy es corta, solo 99 kilómetros, pero será intensa pues hay que cruzar la Sierra de Caramulo y también hoy subiremos hasta los mil metros de altitud.

Las pistas están perfectamente hidratadas incluso con abundantes charcos, llenas de la maleza habitual que invade la pista. Hacemos un par de vadeos del rio Dinha, de media rueda y con una corriente respetable en uno de ellos, pero el suelo es firme y lo pasamos sin problema. Las subidas y las bajadas fuertes (algunas trialeras) se suceden una detrás de la otra en un entorno selvático.

No ha dejado de llover en todo el día y en una pequeña tregua intentamos comer pero no hemos acabado de preparar los bocatas y de nuevo llueve intensamente, el toldo de Santi cumple su función dándonos cobijo.

Reanudamos la marcha con la misma tónica, caminos frondosos de vegetación y subidas y bajadas muy empinadas. No necesitamos poner música, el camino nos lo ameniza Jorge (el nieto de Antonio) cantándonos unos raps, aunque en sus letras el se empeña en decir («oye yo no soy de aquí»), que al parecer hacen las delicias de los más jóvenes del grupo.

Más adelante nos espera el plato fuerte del día, una trialera en bajada tapizada, de toda clase de piedras (algunas sueltas), regueros y escalones. Es de primera reductora y de las que crean afición, con toda la prudencia del mundo la bajamos sin un solo incidente, abajo un lugareño nos dice sonriendo pícaramente que si no nos animamos a subirla ahora que estamos abajo, naturalmente no aceptamos su amable sugerencia.
Proseguimos camino y llegamos a un puente romano que debemos bordear, pues con buen criterio han prohibido el paso por él. A partir de este momento y faltando tan solo 25 kilómetros para terminar la ruta y a pesar de la experiencia que todos tenemos en navegación los problemas se nos acumulan hasta el punto de hacer 25 kilómetros extras para encontrar un camino, (que no sea asfalto) que nos lleve a Aveiro, por fin lo logramos y llegamos a la ciudad, tomamos nuestras habitaciones y nos vamos a cenar al centro un magnifico arroz con marisco que, por ponerle, alguna pega picaba tal vez en exceso.

Día 4 Martes. Aveiro – Praia da Tocha

Hoy la ruta es corta: 54 kilómetros, por lo que nos tomamos las cosas con calma. Desayunamos opíparamente en una cafetería que tiene de todo y a buen precio. Luis y familia abandonan en este punto, muy a su pesar, el viaje pues Luis tiene guardia y, naturalmente, el trabajo es lo primero.
Unos pocos kilómetros de carretera y nos metemos en los arenales, hemos bajado las presiones a 1,8 y parece que no será necesario bajarlas más pues la arena con la lluvia está muy compacta. Es muy divertido circular por esas pistas rectilíneas con espacio suficiente para ir deprisa sin que sea peligroso, las disfrutamos intensamente. Una paradita para el aperitivo y llegamos por pistas arenosas a Praia da Mira.

En la playa hay una embarcación típica del ate de la xavega, preciosa con su fondo plano sus gigantescos remos y su elevada proa para surcar las olas del Atlántico. El arte de la xavega consistía en hacerse a la mar mediante los enormes remos arrastrando un cabo que se hacía firme en la playa, a unos 500 metros de la misma, mar adentro, se calaban las redes. Pasado un tiempo conveniente una pareja de bueyes, y más recientemente con tractores, tiraban del cabo y sacaban a la playa la red con el pescado.

Continuamos por pistas rápidas arenosas bordeando el mar. Una parada para comer y llegamos a Praia da Tocha. Buscamos un lugar para acampar y lo encontramos enseguida, solo una enorme duna nos separa del Atlántico y de sus rompientes, montamos las tiendas y preparamos «el fogón» pues hoy tenemos barbacoa a la que nos ha invitado Maria Jesús.

Llega la hora de cocinar y tras muchos tiras y aflojas (demasiados gallos en el mismo gallinero) nuestro compi Jorge es elegido cocinero mayor del reino y la verdad es que acertamos, pues entre que la calidad de la carne es sobresaliente y que el cocinero (con la inestimable colaboración de su pinche Maria Jesus) se lo curran a base de bien, el resultado es espectacular: la prueba es que la cantidad de comida era de lejos una barbaridad pero cae casi toda.
Un buen rato de charla delante de los rescoldos jugando a un «curioso veo veo» en los que todos disfrutamos y los niños más.
La temperatura es agradable, pero cuando el rescoldo se acaba nos vamos todos a la cama.

Día 5 Miércoles. Praia da Tocha – Praia da Vieira

A las 7 de la mañana estoy con el ojo abierto, anoche San Google daba lluvia a partir de las 7,15 de la mañana, así que recojo los bártulos con cierta celeridad por si acaso y justo a las 7,20 cuando he terminado comienza a llover. Algunos que no han sido tan rápidos se ponen como sopas durante la recogida. Nos despedimos rápidamente de Jorge y familia que aquí abandonan el viaje.

Hoy tampoco son muchos kilómetros, en concreto 56, pero serán un suplicio. Al parecer el octubre pasado un temporal brutal azotó la región y abatió miles de árboles por todas partes, muchos de ellos (para nuestro infortunio) están atravesados en mitad de las pistas lo que nos obliga a bordearlos pasando apuros por las estrecheces al circular entre pinos y, cuando esto no es posible, debido a la densidad del bosque, buscando alternativas. En más de una ocasión estamos a 200 metros del punto y hay que retroceder y hacer varios kilómetros para retomar la ruta porque no se puede pasar de ninguna manera.

En una de esas idas y venidas buscando pasos, el camino desemboca en una rambla, afortunadamente la marea esta baja y nos deja atravesar el lecho arenoso y encaramarnos a la duna del otro lado no sin dificultades.

Comemos de lujo en un restaurante a pie de playa a base de una sopa de pescado, lubina, lulas y mero a la parrilla, muy sabroso todo. Salimos hacia el hotel y llegamos a una hora magnifica para asearnos, descansar un poco y a cenar una freijoada de camarones y unas francesinhas: hoy llevamos un día que no paramos de comer. Cuando estamos comiendo nos enteramos de que en Portugal se ha declarado una huelga de transporte de mercancías peligrosas que afecta a las gasolineras, mañana veremos en que nos puede perjudicar, gasoil tenemos pero no para llegar a España.

Día 6 Jueves . Praia da Vieira – Nazare

Desayunamos en el bufet del hotel y nos ponemos finos, no es barato, pero puedo prometer y prometo que amortizamos cada euro gastado.
Otro día más de pistas arenosas y de dura pelea con la maleza y los árboles caídos, que nos están dejando los coches como cebras, no sé como los neumáticos aguantan el castigo de pasar por encima de esas ramas sin rajarse, ni siquiera pinchar. Nos ganamos cada kilómetro con el sudor de nuestra frente.

Hemos intentado poner gasoil en varias gasolineras pero nos dicen que están desabastecidos. Por fin hemos encontrado una gasolinera que tiene, llenamos y compramos unos jerrys de plástico por si la huelga se dilata en el tiempo.

Llegamos a la duna del pozo del inglés y nos cruzamos con un Side by side que está entrenando a toda castaña, impresionante su velocidad en campo y el sonido del motor autentica música celestial. Bajamos por una de sus pendientes, Santi lo intenta por la segunda opción un poco más inclinada pero se queda atascado por la maelza en el repecho de acceso. Subo para echarle una mano, le engancho con el winche utilizando la polea de reenvío. Uno, dos y hasta tres tirones y de pronto mi winch dice que no va, pero no va nada de nada, al relé le llega corriente pero no hace ni amago de funcionar, pero no es solo eso, tampoco puedo sacar el resto del cable que ha quedado en el tambor pues el embrague está atascado también. Lo liamos como podemos sujetándolo a los rodillos. Bajo de nuevo la duna y ahora le toca a Antonio tirar de Santi y a la primera lo logra.

Nos quedamos a comer en la base de la duna y mientras comemos le pongo un poco de tres en uno al mando del embrague a ver si hay suerte.

Primero llega un coche con dos motos en el remolque, son chavales de Cáceres que vienen a «pelearse» con la duna con motos de dos tiempos que no son las más adecuadas para hacer dunas, pero vienen con toda la ilusión del mundo. A continuación aparecen otros nueve todo terreno bastante bien preparados que también quieren probar suerte. Esto parece el Parque Sindical en verano.

El tres en uno ha obrado el milagro y puedo mover la palanca del embrague del winche y soltar el cable del tambor, con lo que el cable viajara en el maletero del coche y no colgando de los rodillos; y de ahí ira a la basura pues está muy tocado.

La ruta prosigue siempre por areneros y hacemos un par de bajadas, digamos que importantes. Llegamos a Nazare y nuestro alojamiento resulta que es un pedazo de chale que quita el hipo, con unas habitaciones enormes. Un poco de aseo personal y a visitar el faro de Nazare y el museo donde guardan las tablas de surf que han conseguido surfear la (según ellos) ola más grande del mundo de más de 30 metros.

Terminado el paseo turístico nos espera La Taberna de Adelia y cenamos como reyes un arroz de marisco y otro de pulpo, sardinas, etc…,  todo extraordinario. Un helado por el paseo marítimo, como buenos guiris, y a la cama.

Día 7 Viernes. Nazare – Peniche

No podemos desaprovechar el enorme salón y la enorme cocina de la que disponemos en el chale, por lo que decidimos montarnos allí mismo el sarao. Compramos unos huevos y pan y nos ponemos manos a la obra. Huevos fritos con bacon, chorizo dulce y picante vuelta y vuelta, tostadas y algo de la carne que sobro de la barbacoa, café, zumo de naranja y galletas con chocolate, unos cocinan otros friegan y todos nos ponemos bien… lo que se dice… bien.

Reponemos el gasoil de los bidones y los tiramos pues estos ya empiezan a oler dentro del coche, aunque estén cerrados perfectamente, y es que son malos de solemnidad.

Ya estamos en marcha: primera visita a San Martin do Porto con su playa que es un semicírculo perfecto y la duna supuestamente más alta de Portugal con sus 50 metros. Estamos recorriendo la ribera de un rio y la pista esta encharcada y embarrada con unas roderas muy profundas, varios estamos al borde de la enganchada pero al final, que va el delante, Santi se lleva el premio, hay que tirar de winche pues está bien empanzado, en unos minutos todo está en orden, eso si las ruedas delantera al girar locas en el barro han decorado el lateral del coche con un bonito color marrón oscuro. De hecho debemos parara más adelante y limpiar un poco las ventanillas pues desde dentro no se ve nada.

Una parada para comer unos deliciosos Yatekomo 🙁 y sacar y enrollar debidamente los cables de los winches, que se han ganado un mínimo de atención en este viaje.

Hemos llegado a Peniche. Bea y yo dejamos aquí a nuestros compañeros pues nos vamos a dormir a Badajoz y mañana proseguiremos el viaje a Madrid.

Desde mi punto de vista ha sido uno de los viajes más interesantes y completos de los que hemos hecho en Portugal. Quiero agradecer desde estas líneas el esfuerzo hecho por los organizadores, Santiago y Luis que una vez más se lo han currado de principio a fin para que todo saliera como ha salido es decir, perfecto.

Gregorio

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