Marruecos Clásico

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Por fin vamos a hacer un viaje que nos llevará por las principales “postales” de Marruecos. Pese a ello, haremos lo posible por buscar rutas alternativas e inéditas que nos permitan disfrutar de incidencias y aventuras, para no perder la costumbre, y evitar las aglomeraciones de cuatreros domingueros.

Desde Marrakech atravesaremos el Atlas para admirar Ouarzazate y sus alrededores, avanzando hacia el inhóspito y salvaje sur para disfrutar de un auténtico oasis, con dunas y personajes autóctonos. Desde allí, como los antiguos caravaneros, atravesaremos el desierto con nuestros modernos camellos, dotados (algunos) de filtro de partículas y etiqueta ambiental, para finalmente llegar al mítico Erg Chebbi y sus doradas arenas.

Al contrario que en otros viajes que no quiero recordar, esta vez dormiremos en algunos hoteles con estrellas, e incluso en “luxury desert jaimas” amenizadas por huríes con bigote y cánticos tradicionales, endulzados con el clásico té bereber.

Nuestro proceloso periplo seguirá rumbo norte, descubriéndonos maravillas naturales y artificiales, como la Cárcel Portuguesa, la Ciudad de Orión o las gargantas del Dades. En suma, un fantástico viaje lleno de aventuras, emociones y medias pensiones.

Carlos (MEXCAR) y yo salimos de Madrid a media mañana, sin prisas, porque esta vez dormiremos en Algeciras. Paramos en la gasolinera del toro, en Valdemoro, siguiendo la tradición, y ahí esperamos a José Luis y su hija Abril. El camino es largo, más de 700kms, pero vamos charlando y poniéndonos al día. A la altura de Córdoba nos damos cuenta una grieta que se ha abierto en el parabrisas, parece que provocada por un pequeño chinazo en el borde de la luna. Como vamos con tiempo intentamos localizar un sitio de reparación de lunas de urgencia en Málaga o Algeciras, pero nos resulta imposible. Es el primer incidente del viaje y nos deja un poco preocupados por si la grieta avanza mucho y termina rajando la luna de lado a lado…

Finalmente llegamos a Algeciras a más de la 9 de la noche, cuando el resto de acompañantes: Adolfo, Livia y Unai y David y Ainhoa (con su hijo Álex) ya están allí o a punto de llegar. Nos reunimos todos, descansamos un poco y nos vamos a cenar pescaitos fritos en el bar Pepe Troya.

Esta noche dormimos en el Hotel Octavio, un hotel agradable, bien situado y con aparcamiento subterráneo.

ALGECIRAS – MARRAKECH
Hoy tenemos el primer madrugón, pues a las 08:00 está prevista la salida del ferry de Trasmediterranea. Por increíble que parezca, a las 7:45 ya estamos embarcados y a las 8:30 está zarpando. Tras pasar control de pasaportes en el barco, atracamos a eso de las 10:00 y la suerte nos sigue acompañando: a las 10:30 ya hemos pasado controles y estamos fuera.

Nos juntamos todos frente a las casetas de cambio de moneda y nos disponemos a comprar DH (110DH por 1€) y comprar SIMs de Maroc Telecom (12gb por 17€). El vendedor nos hace el lío, nos da menos GB de los comprados e incluso a alguno le pone tarjeta de INWI en lugar de la de Maroc Telecom. Decidimos no volver por allí en los próximos viajes.

Desde Tánger Med salimos directos por la autopista dirección a Marrakech, donde aprovecharemos para ver un poco la ciudad y cenar. El Hotel Almas está situado en el barrio de Gueliz, una zona moderna con muchos comercios y restaurantes, a 2,5 Km. de la Plaza de Jemaa el Fna. El alojamiento está bastante bien, pero el aparcamiento concertado está a más de 300 metros y se hace un poco pesado llevar los coches hasta allí y volver.

Después de hacer los checkins, nos ponemos de acuerdo para coger varios taxis y juntarnos todos en la plaza de Jemaa el Fna. La plaza está, como siempre, atestada gente, corros con músicas locales, mujeres tatuando henna (Abril se hace un tatuaje y Carlos otro). Nos tomamos varios zumos mientras esperamos y después nos dejamos agobiar por los insoportables captadores de los restaurantes-chiringuito de la plaza, hasta que por fin, ya hartos de invitaciones, amenazas y cánticos nos sentamos en uno de ellos que resulta ser tan malo como los demás.

Volvemos a buscar taxis, esta vez mucho más caros, y nos vamos directos al hotel, que mañana tenemos una etapa que ya entra en pistas.

MARRAKECH – OUARZAZATE

La ruta de hoy es casi toda por carretera, cruzando el Alto Atlas y llegando hasta los 2260 m. de altitud (Puerto de Tizi n Tichka). Al llegar al puerto hacemos un descanso y algunos se van a tomar un te mientras otros se dedican a comprar souvenirs o intercambiarlos por ropa, que Livia y Unai llevan para dar y regalar. Al cabo de una hora uno de los comerciantes se ha hecho íntimo amigo de José y Abril y e incluso se compromete a invitarlos a comer en la próxima visita.

Ponemos pies en polvorosa antes de que se nos haga más tarde y seguimos por carretera hasta que en Amerzgane activamos la ruta que nos llevará directos a la espectacular y fotogénica kasbah de Ait Ben Haddou. que se cree que data del s.XI. Nos metemos con los coches hasta cruzar el río (de agua salada, por cierto) y, después de esperar a que un grupo de japoneses se disperse, requerimos los servicios de un guía local que demuestra ser un soso, pero al menos no nos hace perder mucho tiempo, por lo que una hora después habíamos acabado la visita.

Volvemos a los coches y tomamos otra salida para cruzar el río a la salida del pueblo, donde tomamos una pista sencilla que nos llevará hata Ouarzazate. Cuando vamos de camino, David nota un golpeteo en el techo: es una de las barras de la baca, que se ha soltado por falta de apriete. Increíblemente, el tornillo estaba en el techo rebotando y no llegó a caerse. Lo apretamos y seguimos pista hasta que a las 18:00 llegamos al decorado de la ciudad de Jerusalén, construido para “El Reino de los Cielos” y reutilizado en “Juego de Tronos”. Nos hacemos unas fotos y llegamos a continuación a los Estudios Atlas, donde nos dan con la puerta en las narices porque acaban de cerrar. Nos habría hecho ilusión que los que no lo conocían lo hubieran visitado, pues allí se han rodado muchas películas, como “El cielo protector”, “Lawrence de Arabia”, “Asterix y Cleopatra”, además de las ya citadas, otra vez será.

Llegamos a Ouarzazate a una hora prudencial y nos alojamos en el Hotel Kenzi Azghor, en la parte alta de la ciudad. Un buen hotel, pero con el inconveniente de que solo tiene plazas de aparcamiento en el exterior.

Decidimos salir a cenar y encontramos un restaurante con buena pinta (“The Full Sun”), donde comimos realmente bien, atendidos por unos camareros eficientes y amables. Lo apuntamos para la próxima.

Al acabar la cena algunos, ya cansados, se marchan a hotel, mientras otros bajamos al centro, a ver qué se cuece. Se cuece poca cosa: algunos comercios abiertos, pero que ya están a punto de cerrar. Lo mejor es que al volver nos encontramos con una gigantesca montaña de leña que parece que tiene nuestro nombre, pues la necesitamos imperiosamente para asegurarnos fogata a la noche siguiente. Le preguntamos a un local si se puede comprar y nos dice por señas que volvamos al día siguiente a hablar con el dueño.

OUARZAZATE – TISSINT

Hoy verdaderamente comienza una etapa de desierto con impresionantes vistas de las montañas y sus oasis. Durante los próximos dos días no pasaremos por gasolineras, así que es importante repostar y rellenar los jerrys antes de salir, así como recoger algo de leña por el camino para la hoguera de la noche. Dicho y hecho, nos dirigimos a la montaña de leña del día anterior, y nos enteramos de que es el combustible del horno de pan, por lo que tenemos que esperar a que llegue el panadero, que un poco reticente a vendernos su leña, finalmente acepta, a razón de 1 DH por Kg. Metemos un buen montón en la caja de la Navara de José y nos ponemos en marcha.

La ruta comienza por carretera, y al cabo de un rato vemos algo que parecen otros estudios de cine (Oasis Studios), en medio de una zona bastante despoblada. Nos colamos haciéndonos los tontos, con la esperanza de ver algo interesante, hasta que unos empleados nos interceptan, nos empiezan a regañar y nos dicen que están grabando, que nos tenemos que ir inmediatamente. Volvemos por donde hemos venido y seguimos por carretera hasta que después de pasar Tazenakht, un pueblo famoso por las alfombras bereber que se elaboran allí, tomamos una pista hacia el sur, que nos llevará entre oueds y montañas. No teníamos apenas referencias de alguien que hubiera hecho esta pista, pero la verdad es que el recorrido resulta bastante bonito y agradable, con el único incidente de que Abril se da cuenta de que perdido su móvil, probablemente en una “parada técnica”, por lo que nos detenemos, y ella y Ainhoa recorren caminando unos cientos de metros hasta donde se aliviaron, lugar donde hayan el móvil esperando en el suelo una mano amiga.

Retomamos pista hasta llegar el oasis de Aguinane: un impresionante barranco que en el fondo tiene varios pueblos, alrededor de una isla verde entre toda la desolación que rodea esa zona. Nos metemos en el oued a comer y volvemos a retomar pista. Nos resulta un poco sospechoso que a la entrada de la misma, unas cuantas piedras cortan el acceso, pero como somos unos sobrados offroaders, las apartamos sin miramientos y seguimos confiados por esa pista que en ocasiones anteriores nos había llevado por aquellos fantásticos oasis de montaña. Poco dura nuestra felicidad, pues encontramos frente a nosotros una furgoneta que ocupa la pista y no nos deja pasar. Junto a ella, dos individuos nos muestran que acaban de terminar de echar cemento para arreglar dos zonas y nos dicen que no es posible pasar. Probamos el cemento, que parece estar ya bastante fraguado, pero pese a ello se niegan en redondo y se van en otro vehículo que tienen más abajo.

Después de intentar sin éxito pasar por otra pista ya en desuso y completamente rota, cuando nos estamos dando la vuelta nos encontramos a un paisano que quiere pasar a toda cosa, llama por teléfono, discute y mientras esperamos pacientemente, pero nada ocurre y se acaba nuestra paciencia, así que optamos por dar una gran vuelta por carretera, que nos acabará llevando al oasis de Tissint cuando ya ha anochecido.

Acabamos el día en Tissint, para dormir en su oasis, entre palmeras, junto al lecho del río. Nos cuesta encontrar una entrada, pues aquello, seguramente debido al calentamiento global, ha reverdecido y crecido como nunca lo habíamos visto. Nos apresuramos a montar las tiendas y preparar la fogata, para la que tenemos leña más que de sobra. Comenzamos por la panceta y continuamos con un entrecot que nos sabe a gloria, rematando con un delicioso secreto ibérico.

Tras la copiosa cena, hacemos la clásica sobremesa alrededor del fuego, aunque realmente la noche es bastante suave, pues no hace frio y ni pizca de viento.

TISSINT – MHAMID

Por la mañana, menos temprano de lo deseable, abandonamos el fantástico oasis y seguimos un tramo de carretera, no sin antes parar a repostar en el pueblo de Tissint, de garrafa en una chiringuito que dispone de una cantidad bastante limitada de gasoil (que pese a nuestras dudas, no nos da ningún problema).

Después de abandonar la carretera a la altura de Mrimina, tomamos dirección S hacia el curso del Draa, que en esta zona transcurre habitualmente subterráneo, pero que con las lluvias recientes está pletórico de agua, aunque perfectamente vadeable poco antes del control militar que hay junto a la pista del Dakar.

Seguimos dirección E y a la hora de comer llegamos a la zona del Iriki. Tal y como suponíamos, a lo lejos se veía el agua, y esta vez no era un espejismo. Pese a estar lejos íbamos con precaución para no meternos en un barrizal, pero aun así, Carlos que conducía en ese momento mi coche, se metió en una zona embarrada desde la que nos costó salir un poco. Tomé el relevo y me puse al volante, ya dirección N para intentar alejarnos de la zona con barro, ¡craso error!, pues me metí de lleno en el chott de barro. Intenté salir, pero no hice más que hundir el coche, especialmente la rueda trasera derecha. La cosa se iba complicando poco a poco, y pese a enganchar el coche a larga distancia con eslingas y cabrestante, no se movía ni un milímetro, cada vez más incrustado en un barro denso que parecía una ventosa. En vista de la situación decidimos usar el hilift de Jose, para levantar la rueda trasera derecha y poder calzarla con unas planchas. Era tan pegajoso que tuvimos que descalzarnos, pues nuestras botas que quedaban una y otra vez absorbidas por esas arenas movedizas. Intentamos calzar también el hilift con una tabla para que no se hundiese en el barro, pero fue inútil porque la madera pronto desapareció cubierta por ese espeso lodo. La cosa se complicaba, por lo que optamos por poner dos planchas en cruz para apoyar el hilift, e incluso tuvimos que abrir la puerta trasera derecha, pues el gato se torcía hacia el interior y podría reventarla. José consiguió, con mucho esfuerzo, elevar el coche, pero la rueda, completamente adherida 30 centímetros más abajo, no se levantó en absoluto. Sólo nos quedaba la opción de liberar la rueda y el eje, retirando con nuestras manos poco a poco el barro, pues con la pala era imposible dada su densidad y adherencia. Un rato después habíamos dejado la rueda más o menos limpia alrededor y conseguimos levantarla para poner las planchas y salir de allí.

Después de la ardua tarea de recuperar los materiales de desatasco, que se habían propuesto formar parte del lecho profundo del Iriki, a punto de ponerse el sol dimos media vuelta y enfilamos dirección N para escapar haca una pista bien marcada que nos llevaría a bordear el erg Chgaga, ya de noche , por lo que no pudimos disfrutar del paisaje.

Estábamos extenuados, por lo que paramos un momento a descansar y comer un poco, pues en el frenesí del rescate lo habíamos olvidado. Emprendimos la marcha y nos metimos en el río de arena, que por la noche se convertía en un infierno de polvo que impedía ver un metro por delante del coche, ya que no corría ni una pizca de viento. Un recorrido que durante el día es divertido y muy bonito, de noche es un suplicio que nos llevó a perder varias veces el camino, pues también en esa zona había crecido mucho la vegetación.

Por fin llegamos a Mhamid, a eso de las 10, de noche cerrada y muy cansados por el estrés de la conducción en esas circunstancias.

Dormimos en el Hotel Carrefour des Nomades, un alojamiento normalito, en el que nos esperaban con la cena lista, pues por teléfono los habíamos alertado de nuestro retraso.

MHAMID – ERG CHEBBI

Dado que mi coche era una auténtica masa de barro, que hacía imposible mantener el volante fijo y que tenía recubiertos completamente los ejes y la suspensión, opté por madrugar y estar a las 8:30 de la mañana en la gasolinera de Tagounite, donde un operario muy eficiente dedicó casi una hora a eliminar cientos de kilos de barro de debajo del coche y las llantas. A eso de las 10 pudimos salir todos de allí, después de repostar y comprar algunos víveres.

Tomamos la antigua pista prohibida, que sale al este de Tagounite, y desde allí seguimos rumbo NE hasta coger la que va directa hacia el E, por unos impresionantes valles y ríos de arena, pasando junto a varios albergues y terminando en la localidad de Ouzina, donde empieza la carretera que llega hasta el Erg Chebbi. Finalmente llegamos el “luxury desert camp” a eso de las 8, contentos por no haber tenido ningún contratiempo en la ruta y haber disfrutado de casi todo el paisaje de día.

Omar, nuestro contacto en el Dhiya Desert Camp (+212 668 650447), se preocupó de tener todo a punto y nos mostró nuestras jaimas, que parecían habitaciones de semilujo, sorprendentes en un sitio así. La cena (animada por los gritos de las crías de turistas españoles) no fue gran cosa, pero la complementamos con la carne que nos sobró, que los empleados del alojamiento cocinaron (con poco tino, bien es verdad) en la parrilla que tenían allí.

 

Tras la cena, pasamos un ratito a la luz de las estrellas escuchando cómo un grupo de músicos tocaban ritmos locales, hasta que decidimos que estábamos perdiendo precioso tiempo de sueño.

ERG CHEBBI – TINERHIR

Después del fantástico desayuno (mucho mejor que la cena) algunos (entre ellos Alexa, David y Ainhoa) dedicaron un rato a disfrutar de algo parecido al snowboard sobre la arena de la duna, con sensaciones un poco contradictorias. Hoy teníamos un día muy prometedor, pero ya sabemos que “el hombre propone y el desierto dispone”, así que, tras cancelar nuestro paseo inicial bordeando el erg, para hacerle el favor a Omar de acercarlo a Merzouga, nos dirigimos, muy motivados (quizá demasiado) a enfrentarnos a las dunas: bajamos presiones, dimos un briefing express y comenzamos a dunear, con tan mala suerte que un incidente en uno de los pasos nos provocó un susto y una avería que tuvo que venir a resolver un mecánico local, que supo aprovecharse de la situación y meternos un clavo importante.

A todo eso, otro día sin comer y el sol ya se estaba poniendo, por lo que tuvimos que dar media vuelta, quedarnos con hambre de dunas y enfilar carretera hacia Rissani, para poco después tomar la pista hacia la Cárcel Portuguesa y decirle adiós con la mano para intentar que no se nos hiciera de noche en el último tramo de pista del viaje.

Llegamos a la carretera, ya a punto de anochecer y como ya nos iba a ser imposible visitar la “Ciudad de Orión” optamos por dedicar un rato a arreglar un pinchazo de Jose, que llevaba más de un día circulando con una rueda de repuesto de tamaño incorrecto. Después de pagar con la reparación un té a precio de Starbucks, seguimos por carretera hasta Tinerhir, a las puertas del Atlas.
En esta ocasión nuestro alojamiento fue el hotel Le Valle des Kasbahs, bastante moderno y aceptablemente limpio, donde nos dieron también de cenar.

TINERHIR – BENI MELLAL

La ruta de hoy comienza en Tinerhir, situada al pie del Atlas. Su nombre, en el idioma tamazight (variante del amazigh), significa “la de la montaña”, porque está rodeada de altas montañas. La mayor parte de la población es bereber (imazighn). Su gran reclamo es el palmeral, que resulta llamativo que en un entorno tan árido como el de la región de Draa-Tafilalet. El palmeral está regado por el río Todra, aunque es más bien un oued (río que pierde su caudal durante buena parte del año). Esta población también es famosa por estar en la ruta de las kashbahs, y dispone de dos: una vieja y una nueva, ambas mandadas construir por Thami El Glaoui, el Señor del Atlas y Pachá de Marrakech, que tantas posesiones tuvo en esta región a comienzos del siglo XX.

Hoy no salimos demasiado temprano, pues prácticamente todo el recorrido es por carretera. Tomamos dirección norte junto al curso del Todra, para circular por sus famosas gargantas, convertidas en un atractivo turístico. Son reconocidas en el mundo por ser uno de los cañones rocosos más espectaculares. Y es que una falla de 300 metros de profundidad abre la roca caliza, para formar un desfiladero donde en algunos lugares tan sólo hay 33 metros de anchura y acantilados de más de 100 metros de altura a cada lado del río.

Seguimos por carretera ascendiendo la cordillera del Atlas y pasaremos por poblaciones de alta montaña, como Agoudal (2.300 m.), donde decidimos parar a comer cordero y pollo a la brasa, aderezados por su humareda característica. Volvemos a los coches y poco después abandonamos la carretera para admirar los lagos de Tislit y Isli. Al llegar a este último, José revisa el estado de un amortiguador que parecía haber perdido eficacia, hasta que se dá cuenta de que lo que había ocurrido es que se había partido por las soldaduras el soporte inferior del amortiguador trasero izquierdo. Pasamos un buen rato atando el amortiguador para evitar que fuera golpeando el eje causando más problemas, y retomamos la marcha cuando ya se habia hecho de noche.

Todavía nos quedaban más de 200km., por lo que desoyendo la recomendación de Google Maps, que nos llevaba por carreteras que daban un gran rodeo, optamos (tal y como estaba previsto en el roadbook) por tomar un atajo por carreteras muy secundarias y algunos tramos sin asfaltar, que iban cruzando el Atlas a más de 2.000 m.

Con la duda en el cuerpo (no sabíamos si todo el tramo iba a ser transitable), íbamos haciendo kilómetros, perdiéndonos la indudable belleza de aquellos parajes, pero disfrutando de las piedras que los salvajes moradores de algunas poblaciones, principalmente niños y jóvenes, nos lanzaban a los coches. Una de ellas provocó una abolladura en la puerta derecha del coche de David y Ainhoa, y muy cerca estuvo de golpear la ventana, lo que habría tenido graves consecuencias. Hasta tal punto estábamos mosqueados, que en una de las ocasiones José, habitualmente muy pacífico y tranquilo, frenó y se bajó del coche como una fiera, gritando a los que estaban por allí, que salieron corriendo, aunque algún padre se acercó para quitarle importancia al asunto.

Poco después acabó el atajo y recuperamos la carretera normal para acercarnos ya a pocos kilómetros de Beni Mellal, momento en el cual, Carlos me propuso hacer caso a la guía de navegación de Orux Maps, que yo acepté sin imaginar que nos iba a llevar por medio de una barriada “sospechosa”, en la ladera de la montaña que bajaba a Beni Mellal por callejones imposibles, con giros muy complicados, que fueron la gota que colmó el vaso de un día intenso.

Llegamos por fin al hotel La Luna, un alojamiento muy moderno en una ciudad moderna, pero sin aparcamiento, por lo que tuvimos que dejar los coches fuera, confiando en la vigilancia de un empleado.

BENI MELLAL – ALGECIRAS
José y yo desayunamos rápido y nos fuimos al centro de la ciudad, a la zona de los talleres a buscar uno de soldadura que pudiera reparar el soporte del amortiguador, porque así era incómodo y peligroso acometer el viaje de vuelta. Como eran las 8:30, la mayor parte de los talleres estaban cerrados, pero de pronto vimos uno que estaba abriendo. Tenía toda la pinta de ser un taller de soldadura, así que nos dirigimos a él y le mostramos la avería. Ni corto ni perezoso se tiró bajo la Navara y se puso manos a la obra, con una habilidad para soldar que nos dejó boquiabiertos.
Después de una hora y media había soldado, reforzado y hasta pintado el soporte, por lo que pensamos en pedirle que reforzase también el derecho, que seguramente tarde o temprano tendría el mismo fin que el izquierdo, pero ya era muy tarde y nuestros compañeros se habían echado a la carretera hacía mucho rato, por lo que gustosamente le abonamos el trabajo bien hecho y salimos en busca del resto del grupo.

A la hora de comer nos reencontramos con ellos en una gasolinera de la autopista, y los pusimos al corriente de la reparación. Allí, después de alimentar a perros y gatos, retomamos la marcha para tirar directamente hasta Tanger Med. Menos mal que llegamos al puerto con tiempo suficiente, porque mi billete había sido emitido por error como de “niño” y se negaron a dejarme embarcar hasta que fui a la caseta de Trasmediterranea y aboné la diferencia. Por lo demás, la espera para el escáner fue rápida y en media hora estábamos embarcando.

La vuelta fue igual de eficiente que la ida, pero ya era tarde, así que después de cruzar la frontera nos dirigimos al Domino’s Pizza para, siguiendo la tradición, despedir el viaje poniéndonos hasta arriba de pizza, mientras repasábamos todo lo ocurrido en los últimos días.

Una vez más, un viaje donde los incidentes fueron la sal de la aventura, y otra demostración de que cuando tenemos problemas vamos todos a una

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