Este viaje es muy especial porque fue el origen de MI4X4.COM, gracias a la extraordinaria amistad que se forjó entre todos nosotros: Jorge, Pilar, Fernando, Tatane, Ángel, Ana, Juan Carlos, Adela, Arancha y Santiago.
Ceuta – Midelt
Tras embarcar (medio dormidos) a las 7:30, cogimos una mesa en el barco y allí empezamos a conocernos todo el grupo. Una amistad que seguro que será muy duradera.
Nada más desembarcar empezó el estrés en la frontera, pero afortunadamente, gracias a Bush, había muy poca gente, y la larga espera no fue tal, ¡ya estábamos en Marruecos por fin!
Buscamos un bar lejos de la frontera para poner emisoras, cargar waypoints, tomar café, etc… Santiago se puso manos a la obra con el portátil a meter coordenadas a todos los GPS que se ponían a tiro. Probamos las emisoras y comenzamos viaje dirección Midelt, seguimos hasta la hora de comer, en una terraza de un pueblo, pinchos morunos, ensalada, y carne al estilo de Marruecos.
Empezaba a hacer un calor sofocante, comimos y seguimos viaje, pero todavía no habíamos visto nada de lo que íbamos buscando en Marruecos, las dunas y el desierto.
Nuestra primera inmersión en el verdadero Marruecos fue en Fez, al pasear por su medina, que por cierto nos daba un poco de respeto, en especial a Adela. Era totalmente un laberinto, sin un guía seria imposible salir de allí.
Continuamos carretera hasta llegar a Midelt, teníamos reservado un hotel a las afueras del pueblo: un fantástico hotel de aruitectura tipicamente marroquí que nos recordaba a los cuentos de Ali-baba. Tenia un encanto especial, cenando conocimos al famoso molinete, bautizado por nuestro amigo Jorge, porque llevaba un casquete en la cabeza con un cordoncito que terminaba en una borla, que con un movimiento de cabeza lo hacia girar de forma de molino. Cenamos, tomamos el típico te de hierba buena y nos fuimos a la cama por que al dia siguiente teníamos que madrugar, como el resto de los días…
Midelt – Erg Chebbi
Después del madrugón, partimos dirección a Er Rachidia. Tras cruzar el Atlas, contemplamos unas maravillosas vistas al pasar por las gargantas del Ziz.
Llegamos a Er Rachidia para tomar dirección a Erfoud y Rissani. A unos 60 km de Er Rachidia ¡por fin! nos salimos de la carretera y tomamos pista a la izquierda, inmortalizando fotográficamente este momento del inicio de nuestra verdadera aventura.
Empieza la navegación por las pistas y nos vamos turnando, cada uno un waypoint. Empiezan Fernando y Tatane y detrás Juan Carlos con el Montero. Fernando salió como un ratón perseguido por un gato, se le veía a lo lejos, dando saltos, era la primera vez que veía un oued y no se lo esperaba, quizá fue alllí donde rompió los amortiguadores, pero no nos dimos cuenta hasta pasados unos días. Son cosas que pasan en Marruecos.
A medio día llegamos a un oasis, donde comimos en compañía de otras excursiones que estaban en la zona. Continuamos viaje, pero a la hora de salir, nuestro amigo Angel a bordo de su RAV4, no calculá la potencia necesaria para afrontar un pequeño rio de arena y se quedo atascado, pero no volvió a quedarse en ningún lugar más, ni dunas ni trialeras, nada de nada. La verdad, que tiene buenas manos para el todo terreno este Angel.
El siguiente en quedarse fue Santiago en una pequeña subida de arena suelta, era normal, era la primera vez que pisaban Marruecos pero, la verdad, se acostumbraron pronto al terreno, y empezamos a reírnos como nunca. Más nos valía porque nos quedaban ese día unos 250km de pistas con rios de arena, tole ondule, venta de fósiles, y esquivar un control militar en Argelia.
Seguimos hasta que empezamos a ver dunas, pero ahora le tocaba el turno a Jorge con su Mercedes G, que tuvo la desgracia de pinchar, mejor dicho, rajar, su rueda delantera derecha. Lo arreglamos como pudimos con el kit arregla pinchazos (tambien llamados «mocos» a partir de entonces); no podíamos cambiar la rueda, los tornillos estaban apretados con máquina, y nos cargamos dos llaves de ruedas al intentarlo.
De pronto, cuando ya atardecía, apareció la gran duna del Erg Chebbi, ahora solo nos quedaba buscar el albergue de Sahib, gran amigo de Federico. Cuando llegamos, estaba lleno de coches de la carrera de las 1000 Kasbahs. Nos duchamos como pudimos, y tras la cena compramos nuestros turbantes, fieles compañeros durante el resto de la aventura.
La nota musical la puso Juan Carlos, improvisando un concierto de percusión con los bongos, junto con uno de los empleados del albergue. ¡La verdad es que estuvo muy bien!
Erg Chebbi
Después de desayunar, bajamos las presiones de los neumáticos de los coches y comenzamos a disfrutar de la conducción en dunas. Empezamos a coger un poco de confianza con ellas, porque luego tendríamos que bordearlas y circular por sus crestas, pues eran los únicos pasos hacia la etapa siguiente, lo pasamos realmente bien, el RAV4 de Ángel y Ana se portó como un jabato, deleitándonos con sus vuelos, de cresta en cresta. Desatascando coches, lo pasamos bien.
Estuvimos jugando con las dunas, y ellas con nosotros hasta la hora de comer, que paramos debajo de un árbol que nos encontramos en medio de una pista. Inma, gran conocedora de estas artes, nos deleitó con sus ensaladas en cornserva, de mezcla de todo un poco, que la verdad, en el desierto están buenísimas.
De repente, apareció una muchacha de unos 24 o 25 años de edad, marroquí por supuesto, rodeada de 4 o 5 crios, que no sabíamos de donde habían salido, pero estaban allí, les dimos pan, bolígrafos, caramelos y hasta un turbante. A continuación, la muchacha, que se llamaba Sahara, nos invitó a visitar su haima, en la que vivía en compañía de su madre, y hermanos. Montaron en nuestros coches y nos condujeron hasta allí.
Cuando llegamos, la madre de Sahara, una mujer mayor, nos ofreció un té, y Sahara se puso a pintarles los ojos a Pilar y Adela luego siguió con Arancha, Inma, y Ana, e incluso pintó los ojos a Jorge, Angel y Juan Carlos (Santiago supo resistirse).
Decidimos continuar pues estaba a punto de formarse una tormenta de arena, que finalmente nos sorprendió mientras volvíamos a hinchar los neumáticos. Cogimos pista hacia Rissani, para repostar combustible para la etapa del dia siguiente. Esa misma noche dormiríamos otra vez en el albergue de Erg Chebbi. Cenamos, una ducha (esta vez si que hubo ducha), y a dormir, no sin antes comentar la jugada del dia.
Erg Chebbi – Zagora
Salimos del albergue, dirección Merzouga, y desde allí hacia Taouz, donde cogimos una pista muy bien marcada, que nos llevó por diferentes terrenos y paisajes. A la salida de Er Remilia, distanciados para atravesar un rio de arena, empezamos a extrañar a Jorge, ya apenas lo podíamos reicibir por la emisora. Juan Carlos llegó incluso a subir a la montaña para entrar en contacto por radio, pero fue inútil. Afortunadamente escucharon nuestro último mensaje en el que les pedíamos que volviesen al pueblo anterior si no nos encontrabamos en 15 minutos, así que Federico volvió a por ellos y todo quedó en un simple susto por tierras Argelinas.
Mientras Federico volvía con Jorge y Pilar, el resto del grupo continuó hasta Tafraun. El paso por Tafraun fue un verdadero suplicio, pues centenares de niños se agolpaban a ambos lados del camino, cruzándose incluso por delante de los coches. Para reunirnos y esperar a Federico nos separamos más de 3 km. del pueblo, pero aun hasta allí llegó un grupo de niños.
Un rato más tarde, y mientras Adela se sentía como la Madre Teresa del Desierto, recibimos la llamada de Federico, que volvía con Jorge y Pilar, indicándonos que nos reuniéramos para comer en un albergue a las afueras del pueblo.
Mientras comíamos, en el exterior del «restaurante» se agolpaban docenas de niños en una larga hilera sobre una pequeña duna. Estaban esperando pacientemente a que saliéramos y les entregásemos los regalos que Inma y Federico acostumbraban a traer en cada viaje.
Terminamos de comer, salimos al encuentro de los pequeños que estaban esperando a pleno sol, les cambió la cara, era como si a la vez de alegría tuvieran un poco de miedo, era alucinante ver la expresión de sus rostros, Juan Carlos fue hacia ellos y se tiró al suelo para romper el hielo y que tomaran confianza con nosotros, mientras las chicas preparaban los regalos.
Comenzó el reparto, y, de pronto, junto a una niña de 8 o 9 años apareció sentado un pequeño que no llegaba a los 2 años de edad, era terrible ver aquella cara sucia, con la nariz totalmente taponada de moquitos secos de varios días, por no decir meses, estaba descalzo y apenas sabia caminar todavía. Juan Carlos, al verlo lo cogió de la mano y lo acercó a su coche, sacó el botiquín, y comenzó a limpiarle la nariz con suero, observando que tras los mocos tenía algunas heridas producidas probablemente al haberselos intentado limpiar con algo áspero. De pronto llegó Adela con un cochecito de metal, que le regaló al pequeño, que instantáneamente lo cogió con sus pequeñas manitas temblorosas y al instante cambió su cara. Juan Carlos, tuvo que alejarse con lágrimas en los ojos..
Seguimos viaje dirección Tagounite, pasando por llanuras inmensas y polvorientas, con muy poca visibilidad entre los coches, por lo que teníamos que circular muy separados, hasta llegar a un control militar, donde Federico entregó las fichas con nuestros datos.
Pronto empezó a anocher, cuando nos aproximábamos a un paso entre montañas. En este momento, la poca luz y la falta de pistas claras hizo que diéramos un montón de vueltas hasta que encontramos el camino correcto: un pequeño puerto entre montañas, que flanqueado por un extenso palmeral llegaba hasta Zagora.
Al llegar a Zagora, lo primero una cerveza fría y, después, una ducha, de las de verdad…
Zagora – Oasis Sagrado
Esta jornada se planteaba suave, según Federico, pero ya sabíamos que Marruecos era totalmente imprevisible, así que salimos preparados para cualquier cosa.
Tras limpiar los filtros de aire (dejamos en la gasolinera una verdadera duna) y cambiar la rueda de Jorge, salimos de Zagora, con la intención de hacer una pequeña competición de navegación a la búsqueda de waypoints.
Hicimos dos equipos, el primero formado por Jorge-Pilar y Angel-Ana, y el segundo por Fernando-Tatane, Santiago-Arancha y Juan Carlos-Adela. La idea básica consistía en encontrar y fotografiar todos los waypoints con el menor recorrido posible. Tras varias peripecias y obstáculos (Fernando, reventó una rueda), acabamos el juego (ganó el primer equipo).
Llegamos a Tagounite y lo primero que hicimos fue buscar un taller donde pudieran arreglar el reventón de la rueda de Fernando. El «mecánico», un poco chapucero y con escasísimos medios, hizo lo que pudo, pero como después se demostró, fue muy poco resolutivo. Después de comer seguimos por carretera hasta Mhamid, donde tomamos pista otra vez. Circulamos unos 40 Km. por arenosas pista, cruzándonos con otros coches y tragando mucho polvo, hasta que cuando empezó a anochecer, llegamos al albergue del Oasis Sagrado.
En este albergue, un sitio bucólico y con una estampa típicamente sahariana, cenamos y dormimos en haimas, a la luz de velas y de la luna llena. Alrededor de una hoguera bebimos, nos reímos y vimos las dotes de pirómano de nuestro compañero Santiago.
Oasis Sagrado – Ouarzazate
Todos estábamos, deseando llegar al famoso lago Iriki, para disfrutar de la conducción en paralelo en enormes llanuras.
Cuando llegamos al lago, nos quedamos boquiabiertos, no podíamos creer la inmensidad y desolación de esa llanura castigada por el sol. Nos detuvimos he hicimos varias fotos y vídeos del grupo y de los coches.
Del Iriki nos dirigimos por unas terribles y pedregosas pistas a Foum Zguid. Cuando estábamos cerca de nuestro destino, el IO de Fernando dijo ¡ya no puedo más! y partió un amortiguador por la mitad, aunque seguramente esa pista simplemente le dio el toque de gracia al malogrado amortiguador.
A la entrada Foum Zguid, nos encontramos con un accidente entre un ciclista y un motorista que colisionaron de frente, Juan Carlos paró inmediatamente y se ofreció a ayudar, bajó el botiquín y curó la ceja de uno de los accidentados, no sin advertirle de que debía ir a un hospital a que le diesen varios puntos. Este hecho fue agradecido posteriormente por el jefe de poilicia que le ofreció a Juan Carlos una invitación para cenar en su casa.
Al entrar en el pueblo encontramos a un «artesano de la mecánica», que a partir de dos amortiguadores viejos hizo una reparación de urgencia para Fernando. Tras comer, y al poco tiempo de reanudar la marcha, se soltó un amortiguador del IO, porque el mecánico había dejado un tornillo sin apretar. Este cúmulo de incidencias desmoralizó un poco a Fernando y Tatane, que se plantearon seriamente anular la etapa de pistas del día siguiente y seguir ellos solos por carretera hasta Marrakech.
Llegamos juntos a Ouarzazate, al hotel Tichka Salam, donde tomándonos la cerveza de rigor, pensamos en madrugar un poco para poder reparar antes de nada la suspensión del coche de Fernando.
Ouarzazate – Marrakech
Este día Fernando, Tatane y Juan Carlos madrugaron un poco más que los demás, para buscar un taller donde reparar el amortiguador. Finalmente encontraron un taller Renault (como los de verdad) donde le montaron unos amortiguadores Monroe nuevos, no sin problemas para encontrar unos tornillos adecuados.
Parecía que los problemas mecánicos habían acabado, cuando Jorge descubrió una grieta en la boca del radiador. Habilmente, Juan Carlos consiguió taparlo con una mezcla de SuperGlue y sal (lo juro), ayudado por un trozo de cámara de bicicleta y una brida. Estábamos aprendiendo mecánica marroquí.
La primera parte del camino de Ouarzazate a Marrakech era una preciosa pista entre montañas, con tramos ligeramente trialeros y una estrechez que nos ponía en serias dificultades cuando nos cruzábamos con otros coches. Era una pista complicada y muy lenta. Por el camino, ni Jorge ni Fernando volvieron a tener problemas con sus coches.
Terminamos de cruzar el Atlas por carretera de alta montaña. Notamos el cambio de temperatura, nos llegamos a poner a 5º una niebla que no nos dejaba ver mas allá de nuestras narices. Paramos en lo alto del Atlas a tomar un té, cuando de repente se nos echaron encima más de 10 vendedores de piedras, fósiles, collares, etc.
Viendo la hora que era, decidimos continuar por carretera, hasta Marrakech. Se acabaron las pistas. ya se notaba el cansancio en nuestros cuerpos, fueron unos días agotadores, nos acostábamos tarde y madrugábamos mucho. Llegamos a Marrakech, cenamos, nos dimos una ducha, y fuimos a ver la famosa plaza. Sin duda, los turistas que sólo van a ver Marrakech no comprenden ni de lejos lo extraordinario que es Marruecos.
Marrakech – Ceuta
Llegó el dia de la vuelta, se había acabado lo bueno. Desayunamos, y partimos rumbo a Ceuta. Nos quedaban 600 km por delante y el barco salía a las 19:45 hora de España. Desde cerca de Casablanca todo fue autopista hasta pasado Larache.
De vez en cuando, en la autopista sorteábamos peatones que la cruzaban con una asombrosa tranquilidad y sangre fría, y desde los coches nos hacíamos fotos, por matar el tiempo.
Se nos hizo tarde (como de costumbre) y llegamos a Ceuta para coger el siguiente barco, que salía a las 20:30h. Cuando llegamos a España, ya era de noche y aunque estábamos muy cansados, todos, menos Santiago que se que quedó a pasar la noche en La Línea, continuamos hacia Madrid. Federico y Jorge salieron por su cuenta, pero el resto de los coches hicimos juntos el camino de vuelta. Llegamos a Madrid a las 5 de la mañana la verdad es que bastante matados, fueron algo más de 23 horas sin parar de conducir, una autentica locura.
Pero todo se pasa, sólo recordamos los buenos momentos, que fueron mayoría, y ahora ya estamos pensando en el año que viene, para volver al desierto de Marruecos.